19 agosto, 2013

70

El día del cumpleaños de mi abuela llegamos a la fiesta un poco antes para ayudar en lo que fuera necesario pero al entrar por el portal quedó claro que ayudaríamos más si no movíamos nada de su lugar, el lugar era un salón de fiesta con columnas gruesas de madera obscura y el techo alto con decoraciones en dorado resplandeciendo. Luces tenues , barras de postres y un piano negro en un pequeño escenario al fondo fueron las primeras cosas que noté del lugar, además de los meseros vestidos de negro y las copas impecables colocadas en forma de pirámide sobre un mantel blanco. Inmediatamente sentí que iba vestida demasiado casual para la ocasión...y eso que llevaba vestido y hasta tacones.
Después de un rato comenzaron a llegar los invitados, familiares que aunque me reconocían al instante a mi me costaba mucho recordar, tías con perlas al cuello y sus maridos con bigotes obscuros. Aunque sabía exactamente donde me encontraba no podía sentirme un poco perdida, me disculpé con mi familia y salí un momento al balcón en donde se encontraban algunas personas fumando y otras carcajeándose mientras daban tragos a sus bebidas. Recargué mi cuerpo en el barandal mientras observaba el exterior. El salón donde se celebraba la fiesta estaba en el último piso de un edificio antiguo de St Thomas, si ese mismo edificio se encontrara en Port Spirit seguramente el salón no tendría techo y sería más bien una terraza pero estando en un lugar tan frío lo menos que quería la gente era estar a la intemperie por mucho tiempo, estaba pensando en eso cuando alguien me ofreció un abrigo...

-Tu madre vio que te dirigías hacia aquí y me mandó a darte esto
-Gracias Tony-me coloqué un abrigo negro que de hecho mi abuela me había regalado hacía ya varias navidades.
-Por nada-se colocó a mi lado con los brazos cruzados-sí que está frío aquí fuera.
-Sí, pero prefiero estar aquí a tener que volver a saludar a alguien que dice que me sigo viendo igual que cuando me vieron por última vez.
-Ja, y sí que tenemos una familia muy grande, creo que la abuela tuvo ocho hermanos así que eso a de haber contribuido.
-Sí, seguro es eso.
Vi que Tony sacaba algo del bolsillo de su saco...
 -¿Quieres uno?-me ofreció un cigarrillo.
-No gracias, y no sabía que fumabas.
-Es que con este frío se antoja-prendió en un instante el cigarro-sólo no se lo digas a mi madre, ¿está bien?
-Está bien.
Estuvimos en silencio un rato observando el paisaje, desde el balcón se podía ver todo el poblado, había muchas casas con humo saliendo desde las chimeneas y un par de hoteles nada excéntricos y más bien antiguos que decoraban las alturas de St Thomas. Las montañas nevadas decoraban el valle y a lo lejos podía visualizar el lago congelado donde había patinado tantas veces en mi infancia.
-Es muy raro, podría dejar de ver este lugar por cincuenta años y cuando regresara sentiría que sigue siendo mi hogar.
-Sí, ¿pero no sientes que Port Spirit también es tu hogar?
-Sí, pero bueno, supongo que en donde sea que esté mi familia y seres queridos va a ser mi hogar.
-Supongo.

-Deberíamos de regresar-exhaló por última vez el humo grisáceo que formó ondas y desapareció con el viento de invierno-escuché que un gran pianista tocará en...-observó su reloj-cinco minutos.
-Vamos pues, que ya me estoy congelando.

Tomé unos postres de la barra antes de llegar a sentarme junto a mis hermanos.
Y efectivamente unos minutos después alguien comenzó a tocar el piano, moviendo los dedos agilmente de tecla en tecla. Di el último mordisco a un brownie y observé el piano negro que tanto había llamado mi atención al principio de la velada para aplaudirle al pianista que terminaba de tocar una versión corta de "Invierno" de Vivaldi.
Tony había aprendido a tocar piano antes de aprender a multiplicar.

El resto de la noche pasó volando entre la cena, más postres, una violinista y un discurso de mi abuelo felicitando a mi abuela por su cumpleaños.